¡Dios me regaló un don maravilloso!, un compromiso y una exigencia conmigo misma, un bien sobrenatural que dista mucho de lo cotidiano, evocador ante el infortunio, presto ante mi inocencia…Dios, se me obsequió en el abrazo del viento, en la luz cálida del sol, en las lágrimas que lloran por mí y en su risa a carcajadas que me extasía como a un niño…Dios, me creó con su don lleno de sabiduría y me hizo a su semejanza con esa pizca tan especial para reconocerme humilde e interiormente extraordinaria…Dios se eclipsa por mí y en soledad se vuelve mi sombra y también, a plena luz, me hace desplegar las alas coloridas de su arco iris…Dios, me regaló un don innato que lleva su envoltura: una seriedad que no me tome tan en serio y una informalidad justificada que rompa la norma…Dios, me toma de la mano cuando ayudo al más necesitado, me susurra al oído en el consuelo que brindo a un hermano y me pone en el pensamiento la esencia del verbo que plasma este don divino que se explaya en mis adentros: ¡amar!...que, por cierto, ¡también lo depositó en tu corazón inmenso!…
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