Sumida en momentos pasados, recuerdos amargos,
mis deseos de vivir se extinguieron
lúgubres e inmensas nubes cubrían el cielo,
y carroñeros cuervos más negros que el negro
de filosas garras y codiciosos ojos,
con avidez de un banquete rondaban mi cuerpo,
ansiosos estaban por sacar mis sesos
y darse un festín con mis putrefactos restos.
Vi venir la muerte con su afilada hoz,
llamó por mi nombre, le escuché su voz
yo sin decir nada, en el piso seguí recostada
pues deseosa estaba con ella me llevara,
con mi alma cargara al país de la nada.
Me vió ahí tirada y se rió a carcajadas
de mi se burlaba con risa macabra,
voltée la vista a ella le dije, ¡muerte bendita!
¡te entrego mi vida! ¡a tus pies estoy!
¡no ves como sufro! ¿te parece justo?
¡este en mi oscuro mundo!
¡sin saber quien soy!
Me arrojó su manto, toda me cubrió
ya sentía en mi cuello el filo de su hoz
y en ese momento se escuchó otra voz,
¡alejate de ella, bandolera, muerte traicionera!
su tiempo no ha llegado, aún no ha pagado
la vida no ha cobrado todos sus pecados.
Retiró su fúnebre manto, oloroso a nardos añejos
y con su guadaña huyó molesta por la intromición,
hablando en un idioma que desconocía yo,
mi ser salvador custodiandome se quedo a un lado,
hasta que ella maldiciendo, en las sombras desapareció.
Y las aves rapáces graznando junto a ella se fueron
su apetito voraz de carne humana quedó insatisfecho,
iran buscando a otro infeliz deseando esté morir
tal vez tengan mas suerte para su ansiado festín.

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