Amé su cuerpo entonces
Amé su cuerpo entonces y su alma.
Su piel fue para mí la tierra firme; la soñé como un sexto continente no registrado en mapas todavía.
Soñé con la bahía de su boca.
Su pelo era una selva virgen que abría su misterio mineral y oscuro. Soñé con las ciudades de sus pechos.
Los ríos de las venas que afloran en su piel eran rutas abiertas a la navegación y al gozo.
Se podía viajar en su mirada.
En las blancas llanuras de sus manos yo cultivé el maíz y buenas relaciones.
Después no pude estar sino en su cercanía.
OTTO RAÚL GONZÁLEZ
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