¡Madre, madre, si supieras
Cuántas sombras de tristeza
Tengo aquí!
Si me oyeras, y si vieras
Esta lucha que ya empieza
Para mí!
Tú me has dicho que al que llora
Dios más ama; que es sublime
Consolar:
Ven entonces, madre y ora;
Si la fe siempre redime,
Ven a orar!
De tus hijos el que menos
Tu cariño merecía
Soy quizás;
Pero al ver cual sufro y peno
Has de amarme, madre mía
Mucho más.
¡Te amo tanto! Con tus manos
Quiero á veces estas sienes
Apretar!
Ya no quiero sueños vanos:
Ven ¡oh, madre! que si vienes
Vuelvo a amar!
Sólo, madre, tu cariño.
Nunca, nunca, se ha apagado
Para mí!
Yo te amaba desde niño;
Hoy la vida he conservado
Para tí!
Muchas veces, cuando alguna
Pena oculta me devora
Sin piedad,
Yo me acuerdo de la cuna
Que meciste en la aurora
De mi edad.
Cuando vuelvo silencioso
Inclinado bajo el peso
De mi cruz,
Tú me ves, me das un beso
Y en mi pecho tenebroso
Brota luz!
Ya no quiero los honores;
Quiero sólo estar en calma
Donde estás;
Sólo busco tus amores;
Quiero darte toda mi alma
Mucho más!
Todo, todo, me ha dejado;
En mi pecho la amargura
Descansó;
Mis ensueños me han burlado,
Tu amor sólo, por ventura
Nunca huyó!
Tal vez, madre, delirante,
Sin saber ni lo que hacía
Te ofendí.
¿Por qué, madre, en ese instante,
¿Por qué entonces, vida mía.
No morí?
Muchas penas te he causado.
Madre santa, con mi loca
Juventud.
De rodillas á tu lado
Hoy mi labio sólo invoca
La virtud.
Yo he de ser el que sostenga
Cariñoso tu cansada
Ancianidad.
Yo he de ser quien siempre venga
A beber en tu mirada
Claridad.
Si me muero — ya presiento
Que este mundo no muy tarde
Dejaré,
En la lucha dame aliento,
Y á mi espíritu cobarde
Dale fe.
Nada tengo yo que darte;
Hasta el pecho se me salta
De pasión:
Sólo, madre, para amarte
Ya me falta, ya me falta
Corazón !