En la estrellada noche de vibración tranquila descorre ante mis ojos sus velos el arcano, y al giro de los orbes en el cenit lejano ante mi absorto espíritu la eternidad desfila. Ávido de la pléyade que en el azul rutila, sube con ala enorme mi Numen soberano, y alta de ensueño, y libre del horizonte humano, mi sien, como una torre, la inmensidad vigila. Mas no se sacia el alma con la visión del cielo: cuando en la paz sin límites al Cosmos interpelo, lo que los astros callan mi corazón lo sabe; y luego una recóndita nostalgia me consterna al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe, es insondable al vuelo de mi ambición eterna.
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