In memoriam de mi gran amigo Tino
José Salguero Duarte
Jueves 24 junio 2010
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El lunes pasado, fallecía victima de una insuficiencia renal crónica terminal, mi compañero de piso Tino, con el que me unía un grandísimo casi todo en esta vida. Encontrándome en estos días totalmente hueco y vacío por esta gran pérdida, porque era uno de los pilares que me sustentó en los últimos seis años.
Tino, siempre proclamé al estar tan orgulloso de ti, que nunca habrá otro, porque me diste, lo que jamás cualquier ser me dio durante el más de medio siglo de vida que tengo. Me eras fiel, respetuoso, comprensivo, atento y me protegías tanto de día como de noche; velando por nuestra morada mejor que nadie.
Cuando me escuchabas regresar a casa llorabas de alegría. Me tenías controlado totalmente, hasta el punto que cuando de madrugaba me levantaba a pintar o a escribir, siempre quería estar a mi lado o encima de mis piernas entre el teclado del ordenador y mi cuerpo, donde permanecías dormido dejándome terminar lo que estaba haciendo.
Y es por lo que cuando estoy escribiendo esta tribuna se me caen lágrimas como mares, al tener el alma rota y las sensibilidades de mi alma quebrada. Porque en estas horas posteriores a tu fallecimiento, me he dado cuenta lo mucho que he perdido. Ya que a pesar de ser tan pequeño de envergadura, ocupabas un grandísimo espacio.
Te diré, que lo primero que hice el lunes al regresar sin ti, fue deshacerme de todas tus pertenecías, salvo algunas cosillas como el champú especial con el que te bañabas, dándolo para que lo usara tu hermana de camada Wendy. También hice una limpieza general y abrí todas las dependencias, para que entrara desde tu más allá, el aroma con el que las impregnaste durante nuestra armoniosa convivencia. Experiencia que volvería a repetir contigo, porque hoy sé perfectamente lo mucho que me aportaste.
Los vecinos aún no saben nada de tu defunción, pero cuando se enteren lo sentirán porque eras muy querido al ser noble. Sobre todo Shula la vecina con la que tuviste un romance, dejándola preñada a las primeras de cambio.
Tino nació el 19 de noviembre del año dos mil. Era un precioso perro de la raza yorkshire proveniente de un gran pedigrí con el pelo acero fuego. Llegó a mí cuando sus anteriores dueños no lo podían tener, porque estaban a la espera de su segundo bebé.
Hoy bendigo el día que decidí traérmelo a casa. Aunque nuestros primeros momentos de convivencia no fueron fáciles, porque al desconocernos Tino me sacó los dientes, advirtiéndome desde ese momento quién mandaba entre los dos.
Fue marcando sus terrenos, apoderándose de casi todos. Pero se los tuve que ir acortando, porque de lo contrario me veía acostado en su canastillo. Aunque ahora no me importaría cedérselos, porque de nada me sirven sin su presencia, porque ha sido muy importante en mi vida. Y aunque fuera un perro, he de confesar que yo era un chucho mucho peor que él.
Tino arrastraba problemas renales desde hace tiempo, pero al tener tanta casta se recuperaba. Y es por lo que requirió en los dos últimos años una atención veterinaria especial para controlarle la alimentación y salud.
Pero, la semana pasada lo llevé a urgencias e ingresó en la clínica veterinaria, siendo el principio de su fin porque estaba muy grave. Habiendo permanecido a su lado hasta el momento de su fallecimiento, sintiendo unas sensaciones difíciles de describir, porque era muy especial para mí.
Sólo le faltaba hablar, pero con una mirada o un gesto me dio verdaderas lecciones y clases magistrales de ética, de comportamiento, de moralidad. Era cariñoso, noble y un buenísimo animal, que jamás se quejó por muy grave que estuviera. Y es por lo que cada vez que me acuerde de Tino más rechazaré a la repugnante gente inhumana, cruel, falsa, hipócrita, bastarda y perruna.
Descansa en paz admirado Tino.
José Salguero Duarte en la clínica veterinaria con Tino, varias horas antes del fallecimiento de su yorkshire