-Ser el diablo no es fácil. Cuando hablo, tengo que valerme de enigmas para que las personas no sean conscientes de la tentación. Tengo que parecer siempre astuto e inteligente, para que me admiren. Gasto mucha energía en convencer a unos pocos de que el infierno es más interesante. Estoy viejo, y quiero que pases a encargarte de mis alumnos.
Buda sabía que eso era una trampa: si aceptase la propuesta, él se transformaría en demonio, y el demonio se convertiría en Buda.
-¿Crees que es divertido ser Buda? – respondió. –¡Además de tener que hacer todo lo que haces tú, tengo que aguantar también lo que me hacen mis discípulos! ¡Ponen en mi boca cosas que no dije, cobran por mis enseñanzas, y me exigen que sea sabio siempre! ¡Tú no conseguirías aguantar una vida como ésta!
El diablo se convenció de que intercambiar los papeles era realmente un mal negocio, y Buda escapó a la tentación.