El agua, el sol y el aire, para los vegetales y los animales son… la vida, pero para nosotros los humanos, apenas representan tres de nuestras múltiples bendiciones que Dios nos dio como heredad, sobre este paraíso que creó para nosotros, aunque por ignorancia y falta de fe, nos empeñemos en hacer menos hospitalario.
Como vivo por días y no por meses ni años, tengo presente a toda hora mis bendiciones personales. Así, cuando despierto abro mis ojos y siento que soy un hijo de Dios privilegiado; porque puedo ver y sé que millones de personas nunca podrán ver la luz del día. Cuando se despierta mi compañera de viaje largo y dice buenos días mi amor, siento que estoy obligado a ser feliz porque también millones de personas jamás podrán escuchar la palabra amor.
Cuando veo tantas personas solas, débiles, con defectos físicos, tristes, taciturnas y preocupadas, siento que Dios ha sido especial conmigo; porque a mis sesenta y ocho años tengo mi amor, puedo caminar perfectamente, me siento sano y fuerte, sonrío a la vida, a las personas, con lo cual destierro la tristeza, y en vez de preocuparme me ocupo de las circunstancias de mi cotidianidad, convirtiendo mis problemas en… asuntos por resolver.
Al degustar mis alimentos, que como con prudencia pero con apetito, no puedo dejar de considerar que, si una parte de mi alimento pudiera llegar a esas personas que mueren de hambre, vivirían un día más; entonces oro a mi Padre Celestial por ellos y… doy gracias.
Cuando tomo mi computadora e ingreso a este refugio espiritual en que se ha convertido esta página web que me regala amigos, amor virtual y la posibilidad de ser útil, tengo presente que muchas personas sobre el globo no saben leer ni escribir, y otros tantos no tienen los recursos para acceder a este medio, me siento especial y pido a Dios por ellos.
Ya en mi lecho, luego de un día más de vida, cuento mis bendiciones -que son tantas- que no tengo tiempo para considerar mis posibles carencias. Entonces, bendigo mi vida, mi inigualable esposa, mi bella familia y pido para todos mis hermanos humanos la bendición de Dios.
Muero al dormir, pero antes de cerrar mis ojos doy gracias a mi Padre Celestial por ese día de vida que termina; me encomiendo a Él y duermo tranquilo, con la esperanza de despertar al nuevo día para iniciar una nueva vida; pero seguro de que si me quedara dormido para siempre, habría vivido intensamente mi amor, mi gente, y este maravilloso mundo que Dios me prestó para mi confort terrenal.
“SI CONTAMOS NUESTRAS BENDICIONES, NO TENDREMOS TIEMPO PARA PENSAR EN LAS POSIBLES CARENCIAS.”
Autor Dr. Amauri Castillo