EL PERDòN
Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias... Salmos 103:3
Si alguna vez en tu vida has odiado a alguien, justificada o injustificadamente, te invito a que pienses lo que esto significa.
Tú tienes un valioso tesoro que es tu tiempo, un recurso que minuto a minuto desaparece y que no es otra cosa que la oportunidad que todos tenemos de utilizarlo para descubrir nuestro verdadero ser.
¿Y sabes qué sucede cuando estás odiando a alguien? Le estás regalando instantes preciosos de tu vida a quien dices no querer.
¡Qué contrasentido más grande!
Cada minuto que piensas en el daño que te hicieron, cada segundo que tu mente ocupa en pensar lo lastimado que quedaste, lo malo de la ofensa recibida, le estás obsequiando las joyas más valiosas que posees a quien más dices odiar.
¿Y qué tal si la ofensa recibida no es tal? Si resulta que tú fuiste el causante de la reacción que ahora te duele.
¿Qué tal si estás equivocado? Porque puede ser.
¿No lo crees así?
En una forma u otra, el responsable de cómo te sientas eres tú mismo: eres tú quien sufre cada momento desagradable que recuerdas, eres tú quien revive, como si fuera hoy, los incidentes que consideras más dañinos para tu persona, y al hacerlo eres ofendido nuevamente.
Cada vez que lo recuerdas tu adrenalina en el cuerpo se libera como si fuera hoy, lo que sucedió hace ya mucho tiempo.
Tu organismo se envenena y tu alma también.
Tal vez por eso puedas entender ahora que perdonar a los demás es perdonarnos a nosotros mismos.
La magia del perdón ocurre de adentro hacia afuera: "Yo te perdono de todo corazón porque al perdonarte me perdono a mí mismo y libero para siempre mi ser de esos obstáculos que impiden mi crecimiento.
Yo te perdono, porque reconozco en ti una manifestación diferente, pero una misma esencia."
A/D
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