Pesan tanto las horas que me niegas que ya la espalda es curva hacia delante; desplomándome estoy, maltrecho atlante de piel de mármol y pupilas ciegas.
Esas horas sin ti, tan andariegas, que van adonde voy, que en cada instante me rodean en órbita asfixiante, mientras te espero, mientras nunca llegas.
Se me enturbia la luz; enmudecidos han dejado de hablarme los sonidos, y en la garganta llevo un ave muerta.
Devuélveme esas horas, las robadas, que hoy son plomo, y debieran ser doradas Tu tiempo, amor, que es la mejor oferta.
Francisco Alvarez
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