CODICIA
Cavando, para montar un cerco que separara mi
terreno de el de mi vecino, me encontré enterrado en mi
jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.
A mí no me interesó por la riqueza, me interesó por lo
extraño del hallazgo, nunca he sido ambicioso y no me
importan demasiado los bienes materiales, pero igual
desenterré el cofre.
Saqué las monedas y las lustré. Estaban tan sucias las
pobres...
Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente, las fui
contando...
Constituían en sí mismas una verdadera fortuna. Solo
por pasar el tiempo, empecé a imaginar todas las cosas
que se podrían comprar con ellas.
Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se topara
con semejante tesoro. Por suerte, por
suerte...no era mi caso...
Hoy vino un señor a reclamar las monedas, era mi
vecino. Pretendía sostener en un miserable que las monedas
las había enterrado su abuelo, y que por lo
tanto le pertenecían a él.
Me dió tanto fastidio que lo maté...
Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas,
se las hubiera dado, porque si hay algo que a mí no me
importa son las cosas que se compran con dinero,
eso sí, no soporto la gente codiciosa
JORGE M. BUCAY
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