Saber esperar
El guerrero de la luz necesita tiempo para sí mismo. Y dedica este tiempo al descanso, a la contemplación, y al contacto con el Alma del Mundo. Incluso en mitad de un combate, él consigue meditar.
En ciertas ocasiones, el guerrero se sienta, se relaja, y deja que todo lo que ocurre a su alrededor simplemente continúe ocurriendo. Lo mira todo lo que le rodea como un espectador, sin pretender crecer o disminuir, tan sólo entregándose sin resistencia al movimiento de la vida.
Poco a poco, todo lo que parecía complicado empieza a simplificarse. Y el guerrero se alegra.
Descubriendo el objetivo
Cuando alguien quiere algo, el Universo entero conspira a su favor. El guerrero de la luz lo sabe bien.
Por esta razón, es muy cuidadoso con sus pensamientos. Escondidos bajo algunas capas de buenas intenciones, se encuentran los deseos que nadie se atreve a reconocer: la venganza, la autodestrucción, la culpa, el miedo a la victoria, la alegría macabra con las tragedias ajenas…
El Universo no juzga: conspira a favor de lo que deseamos. Por eso, el guerrero tiene el valor necesario para encarar las sombras de su alma, y procura iluminarlas con la luz del perdón.
El guerrero de la luz es señor de sus pensamientos.
Comprendiendo la rutina
A veces el camino del guerrero pasa por periodos de rutina. Entonces él aplica una de las enseñanzas de Nachman de Bratislava:
“Si no consigues concentrarte, o cierto día estás irritado, basta con que repitas una misma y sencilla palabra, pues esto le hace bien al alma. No digas nada más, limítate a repetir esta palabra sin parar, incontables veces. Dicha palabra acabará perdiendo su sentido, para a continuación ganar un nuevo significado. Dios abrirá las puertas, y tú acabarás empleando esta simple palabra para decir todo lo que querías”.
Cuando se ve forzado a repetir la misma tarea varias veces, el guerrero utiliza esta táctica, transformando su trabajo en oración.
Celebrando el año que termina
El guerrero vivió todos los días del año que acaba de pasar, y aun habiendo perdido grandes batallas, sobrevivió, aún está aquí. Eso ya es una victoria. Una victoria que costó momentos difíciles, noches de dudas, interminables días de espera. Desde los tiempos más remotos, celebrar un triunfo forma parte del propio ritual de la vida.
La celebración es un rito de pasaje.
Los compañeros presencian la alegría del guerrero de la luz, y piensan: “¿Por qué lo hace? Puede decepcionarse en su próximo combate. Puede atraer la furia del enemigo”.
Pero el guerrero conoce el motivo de su gesto. Él se beneficia del mejor regalo que la victoria puede darle: la confianza.
El guerrero celebra el año que termina, para tener más fuerzas en las batallas futuras.
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