Zapatos Cambiados
Resulta que un día los chicos del jardín estaban muy cansados,
y la maestra los mandó a dormir la siesta.
Sin protestar, todos se sacaron los zapatos,
los tiraron como siempre por cualquier lado y se acostaron
en las colchonetas.
Durmieron una linda siesta,
y el primero que se despertó fue Pifucio.
Y después de dar unas vueltas,
se puso los zapatos y se fue al patio.
Después de un rato, se despertó Berberecho.
Y se quiso poner los zapatos para ir a jugar al patio,
pero no pudo: no los encontraba por ningún lado.
Al final encontró unos y se los puso.
Al rato se despertó Martina, y le pasó lo mismo:
buscó sus zapatos por todos lados, pero no los encontró.
Al final encontró unos y se fue a jugar al patio.
Después de un rato se despertó Nahuel,
y cuando se quiso poner los zapatos no los encontró.
Finalmente se puso unos y se fue al patio.
El último que se despertó fue Plomín.
Se puso el único par de zapatos que quedaba
y se fue a jugar al patio con los demás.
Ese día les tocaba clase de gimnasia.
La profesora los reunió a todos en el patio
y les dijo que tenían que correr en círculos.
Empezaron a moverse, pero casi ninguno podía correr:
se caían, se tropezaban, rengueaban,
se pisaban los pies unos a otros
y se les enredaban los pies.
- ¿Pero qué les pasa a Uds.
hoy? - decía la profesora.
- ¿Están borrachitos?
¿Tienen sueño? ¿Se olvidaron de como se corre?.
- A mí me duelen los pies - dijo Nahuel.
- A mí me apreta el zapato - dijo Berberecho.
- A mí me queda flojo - dijo Martina.
La maestra les miró los pies a todos y dijo:
- ¿Pero que les dio a todos por cambiarse los zapatos?
¡Esto no puede ser!.
Resultó que Pifucio tenía los zapatos de Plomín;
Berberecho, los de Martina; Martina, los de Nahuel;
y Nahuel, los de Pifucio.
La maestra se enojó, y les dijo que no
estaba bien que se cambiaran la ropa con los compañeros.
Que los zapatos eran de cada uno.
Que se estiraban y se podían romper.
- Lo que pasó es que yo no encontré mis zapatos -
dijo Plomín.
- Yo tampoco - dijo Berberecho.
Y lo mismo dijeron todos.
- Pero quien anduvo escondiendo los zapatos
de estos chicos ? - dijo enojada la maestra.
Entonces Pifucio dijo:
- Nadie escondió los zapatos.
Y los chicos no tienen la culpa, fui yo que empecé el lío.
- ¿Y cómo? ¿Les dijiste a todos que se cambiaran de zapatos?
- No, fue sin querer. Porque yo no encontraba mis zapatos,
y me puse sin querer los de Berberecho.
Entonces él se puso los de Martina,
y Martina los de Nahuel, y Nahuel los de Plomín.
Y Plomín, que se despertó último,
encontró los míos y se los puso.
- Ay Pifucio, como siempre vos sos el que empieza los líos.
- Pero sin querer, seño. - dijo Pifucio. - Cómo siempre.
- Todo el mundo se saca los zapatos ! Todo el mundo busca sus zapatos!
Todo el mundo se los pone! - ordenó la señorita.
Cuando terminaron, Pifucio dijo:
- Estuvo bastante divertido.
Podemos hacerlo de nuevo con otra ropa?
- Noooooo! - gritó la seño.
De La Red
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