Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle. Después de mucho
caminar, el hombre se dio cuenta que él, su caballo y su perro habían muerto en
un accidente. Es que a veces los muertos tardan un tiempo antes de darse cuenta
de su nueva condición.
La caminata era muy larga, cerro arriba, el sol
estaba fuerte y ellos estaban transpirados y con mucha sed. Necesitaban
desesperadamente agua.
En una curva del camino divisaron un portón
magnífico, todo de mármol que conducía a una plaza pavimentada con bloques de
oro, en el centro de ella había una fuente de donde emanaba agua cristalina. El
caminante se dirigió al hombre que en una garita custodiaba la entrada.
- Buen día, dice él. - Buen día, respondió el hombre - ¿Qué
lugar es este tan lindo?, preguntó. - Esto es el Cielo, fue la respuesta.
- ¡Qué bueno que llegamos al Cielo! Estamos con mucha sed, dice el hombre.
- Puede entrar a beber agua cuando quiera, dijo el guardia, indicando la
fuente. - Mi caballo y mi perro también están sedientos. - Lo lamento,
dijo el guarda. Aquí no se permite la entrada de animales.
El hombre
quedó desconcertado, pues su sed era grande. Pero él no estaba dispuesto a beber
dejando a sus amigos con sed. Así que prosiguió su camino.
Después de
mucho caminar cerro arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a
un sitio cuya entrada estaba señalada por una puerta vieja semi abierta. La
puerta conducía a un camino de tierra, con árboles a ambos lados haciendo
sombra. A la sombra de uno de los árboles había un hombre acostado.
-
Buen día, dijo el caminante. - Buen día, dijo el hombre. - Estamos con
mucha sed yo, mi caballo y mi perro. - Hay una fuente entre aquellas
piedras, dijo el hombre. Pueden beber cuanto quieran.
El hombre, el
caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.
- Muchas
gracias, dijo al salir. - Vuelvan cuando quieran, dijo el hombre. - A
propósito, dijo el caminante, ¿cuál es el nombre de este lugar? - El Cielo,
respondió el hombre. - ¿Cielo? Pero si el hombre de la garita de más abajo,
al lado del portón de mármol, dijo que ese era el Cielo. - Aquello no es el
Cielo, eso es el Infierno. - Pero entonces, dijo el caminante, esa
información falsa debe causar grandes confusiones. - De ninguna manera,
respondió el hombre. En realidad, ellos nos hacen un gran favor porque allá
quedan las personas que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.
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