Dicen que después de la tempestad viene la calma Pero, ¿Y después de la calma, la tempestad? Es que en nuestro ir y venir de ciclos, tiene que haber contraste. No podemos apreciar la tranquilidad sin haber experimentado turbulencia. Nuestras velas izadas no nos arrastran en tiempos de eólica quietud. Nos hace falta el temporal para sentir que estamos vivos. Estados complementarios en sucesión infinita, que recrean y simulan destinos de ventura y desventura. Situaciones de certeza y desconcierto en frecuente alternancia las que nos hacen apreciar los sentidos opuestos de la vida.