Ante mi vista tengo,
un cartoncito amarillento
en plata impreso,
por el estricto reflejo
de un instante único
y el rostro de aquel instante.
Es inmutable el tiempo detenido,
detenido, en lo que para siempre fue.
En el fugaz encuentro,
al momento,
un íntimo temblor me estremece.
Extático, en el tiempo singular,
siento tu serena mirada,
el juvenil encanto de la antigua presencia.
Siento, aquella existencia,
la existencia es renacida,
la eterna lumbre me ilumina, y
desde su encierro, el destello ha regresado.
Aquel instante,
es este instante,
su permanencia inextinguida,
está aquí.