Era, tal vez un silbido
haciendo reír al viento,
jugando en la vida;
jugando en el tiempo.
Era la voz fresca,
que alegraba mis momentos
y el oído atento
que absorbía mis silencios.
Entre los dos hicimos
de una tristeza un sueño,
y nos reímos juntos
de una pena sin dueño.
Supimos cambiar
el color de la vida;
tras una mesa de café
la noche llegó a ser día.
Y asi pasaron los años
haciendo reír al viento
descubriendo la vida;
caminando en el tiempo
hasta que llegó a nosotros,
como llega el momento
de buscar otros rumbos
de cambiar nuestros sueños.
Y ahora, entre las sombras
de aquellos recuerdos
duerme su sueño eterno,
mi amigo sincero
entre luz de ciudad
y destellos de pueblo.
Víctor Meza