Revisando la línea de mi vida, encuentro que las mejores historias son aquellas donde el amor ha fluido con intensidad. Otras, las que no me gustan o me han dejado relativamente indiferentes, aquellas donde la Gracia del amor es limitada.
Puede tomar muchas formas, pero el amor es siempre el sello de los momentos intensamente transformadores.
Tener presente que, en buena medida, esta es una cualidad que depende de nosotros. El amor es una fuerza de la naturaleza, como el viento, como el calor o la gravedad; tenemos la capacidad de abrirnos a ella o no.
Por supuesto, con frecuencia hay un otro, cuyas ganas o predisposición natural a hacerlo pueden ser variables. En este punto se nos va de las manos el flujo de la situación, pero al menos sentirnos dispuestos a experimentar el amor en las infinitas manifestaciones que posee es de por sí liberador.
A medida que descubro la inmensidad infinita del caudal amoroso del Universo, me doy cuenta que en realidad esta energía se trata del impulso propio de la creación buscando reencontrarse a si misma en cada oportunidad.
Abrirnos al amor para que cada situación sea coloreada con su cualidad divina es la verdadera llave a la liberación de todo el sufrimiento humano.
Pablo de la Iglesia
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