comulgo con Dios
y estoy en paz.
Sin importar dónde estoy
o lo que sucede en mi vida ahora,
hay un lugar
donde puedo ir y estar en paz....
En el silencio de la oración,
en la quietud de mi alma,
dejo ir las preocupaciones
y los temores y comulgo
con la divinidad en mi,
comulgo con Dios.
Con un conocimiento incuestionable,
comprendo
que esa paz es mía
y la acepto con gratitud.
La paz de Dios me calma
y me permite saber
que las preocupaciones en mi mente
y corazón son temporales.
Mi herencia divina
es una existencia llena de paz y gozo.
En la quietud de mi alma,
siento la paz interna,
una paz que me acompaña
en cada experiencia en mi vida.
En este lugar callado,
soy uno con Dios
y siento la paz verdadera
de mi mente y corazón.