SOMOS HIJOS DE NUESTRAS DECISIONES
Somos libres, pero sólo hasta cierto punto, pues estamos sujeto a las necesidades de la vida. A veces, sentimos la libertad más que una ventaja, como un peso y carga. Tenemos que elegir, tenemos que decidir. Y eso implica tener que decir no a muchas cosas, para poder decir si a lo que más nos importa. Más que hijos de nuestros tiempos, somos hijos de nuestras decisiones. Nos realizamos o fracasamos.
Nuestra vida se va construyendo golpe a golpe sobre nuestras decisiones. Y esas elecciones son siempre y en última instancia entre la vida y la muerte. Es decir, o elegimos lo que conduce a la muerte (odio, insolidaridad, egoísmo,), o lo que conduce a la vida (el amor, la fraternidad, el perdón).
No basta con obedecer la ley sino al espíritu de la ley. Hay que obedecer a Dios. Jesús aduce una serie de situaciones concretas, tomadas de la vida real.
No solo cuenta lo que hacemos, sino el como y el porque lo hacemos, es decir, las actitudes. Lo que importa es la dignidad humana: ¿Que idea tenemos y proyectamos del otro? Si el otro es sólo un competidor, cualquier trampa nos parecerá justificada; si el otro es sólo un consumidor, cualquier abuso nos parecerá licito; si el otro es un Don Nadie, seguiremos marginando a los pobres, despreciando a los drogadictos, echando de la vecindad a las minorías étnicas y maltratando a los inmigrantes... Pero nosotros creemos que él prójimo es mi hermano. Nosotros creemos que todos somos iguales en dignidad sin distinción de raza, ni de sexo. Esto es ser cristianos. Hay sólo una dignidad: ser hijos de DIOS. todo lo demás son servicios..