Lalo estaba lavando su auto en la acera, frente a su propia casa.
Pasó por ahí como de costumbre su tío Manolo; se detuvo y felicitó a Alberto:
- ¡Qué bonito se ve tu automóvil! tiene sus años pero lo veo siempre limpio y brillante.
- ¡Si supieras tío - comentó Alberto- cuánto tiempo y trabajo me cuesta! por lo menos una hora diaria.
El tío se puso serio y dijo:
- Y para tener limpia y brillante tu alma, Lalo ¿cuánto tiempo gastas diariamente?
Lalo no contestó, pues él casi nunca se da momentos para la intimidad con Dios y la reflexión.
Entonces su tío concluyó:
- Lalo, francamente yo no quisiera ser tu alma, sino... tu automóvil.
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A veces no le damos importancia a lo mas importante en nuestras vidas que es nuestra alma, y preferimos tener autos, casas, joyas y ropa impecable, que no está mal, pero ¿realmente como está nuestro espíritu? ¿Somos acaso una bella mansión por fuera y un cuarto desordenado por dentro