Los cristales pueden quebrarse. A veces basta un leve golpe de abanico. Las telas suelen desgarrarse al contacto de una diminuta astilla. Se rasgan los papeles... Se rompen los plásticos... Se rajan las maderas... Hasta las paredes se agrietan, tan firmes y sólidas que parecen.
¿Y nosotros? Ah!...Nosotros tampoco somos irrompibles. Nuestros huesos corren el riesgo de fracturarse, nuestra piel herirse... También nuestro corazón, aunque siga funcionando como un reloj suizo y el
médico nos asegure que estamos sanos.
¡CUIDADO! ¡ FRÁGIL ! El corazón se daña muy fácilmente. Cuando oye un "no" redondo o un "sí" desganado, una especie de "nnnnsí" y merecía
un tintineante "¡Sí!"...
Cuando lo engañan... Cuando encuentra candados donde debía encontrar puertas abiertas. Cuando es una rueda que gira solitaria día tras día...noche tras noche...
Cuando...
Entonces, siente tirones desde arriba, por adelante, desde abajo, por detrás...o es un
potrillito huérfano galopando dentro del pecho.
¿Se arruga? ¿Se encoge? ¿Se estira? No.
Late lastimado.
¿Y cómo se cura?
Solamente el amor de otro corazón alivia sus heridas. Solamente el amor de otro corazón las cicatriza.