Cuándo quiero ahuyentar de mi recuerdo
la tibieza que encierran tus pupilas,
veo en sus alas que transportan muerto
mi pobre corazón, sangrante, abierto,
pues tu recuerdo se llevó mi vida.
Cuándo triste, desolado y frío
voy caminando, por mi noche larga,
juro olvidarte, pero loco río,
al ver que el juro no partió del alma.
Cuándo pido a la razón que venza
cediendo al corazón la dulce calma,
claudica la razón, le faltan fuerzas,
para apagar el fuego de mi alma.
Cuándo quiero matar de mis pupilas
tu romántica imagen, más la veo,
y más aún vislumbro tu hermosura
cuándo quiero matar a mi cerebro.
Cuándo quiero olvidar tu fresca risa,
que abrazaba en su cálido aleteo,
tu radial figura más me hechiza,
queriendo en mi dolor ser sordo y ciego.
Pero mientras exista aquí, en mi cuerpo,
un átomo vital del azul cielo,
aún sordo, ciego y falto de cerebro,
dentro del corazón: “Te siento y Veo”.
Cuándo pido al corazón que calle,
si escalonar la sima es imposible,
el me dice: “¡Valor!”,
que has de templarte,
tan solo al alcanzar lo inaccesible.
Por eso yo no puedo, aunque quisiera,
en esfuerzo tenaz, matar mis sueños,
porque aún siendo pálidas quimeras
he visto renacer las primaveras
derritiendo los copos del invierno.