¡Cuán sagrada es la familia!
¿Sabes por qué digo esto?
Pues aunque mora en la tierra,
el Dios del cielo es el dueño.
Lo que un día comenzó
en el Edén, en el huerto
ha seguido cultivando
con mucho celo y esmero.
El valor que Dios le dio
a la familia en un tiempo
es el que debemos ver
aún sin poder comprenderlo.
Más valor que todo el oro
es el que debemos darle
para así poder seguir
siempre firmes y adelante.
No importa cuántos los miembros;
No es necesario contarles;
Es la unidad y el amor
Lo importante y lo que vale.
Si en ello permanecemos
no importando los embates
del Señor recibiremos
bendición por agradarle.
Ha sido tan maltratado
el hogar en este tiempo
que desde el cielo el Señor
llora y gime sin consuelo.
No seamos indiferentes,
cada cual haga su parte
pues al final del camino
seremos todos triunfantes.
Sea el hogar restaurado,
cada miembro se arrepienta
de tanto manifestar
el pecado en esta tierra.
Reclamemos al Señor
de su gran misericordia
para poder disfrutar
en el hogar … la Victoria.