No fuiste creado para una vida de ociosidad. No puedes comer desde la salida del sol hasta el ocaso, ni beber, ni jugar, ni hacer el amor. El trabajo no es un enemigo, sino tu amigo. Si te cerraran el camino del esfuerzo caerías de rodillas y pedirías la muerte.
No necesitas amar las tareas que desempeñas. Hasta los reyes sueñan con otras ocupaciones.
Sin embargo, debes trabajar y es cómo lo hagas, no lo que hagas, lo que determinará el curso de tu vida. Ningún hombre que es descuidado con el martillo construirá jamás un palacio.
Puedes trabajar de forma monótona o puedes hacerlo lleno de agradecimiento; puedes trabajar como un ser humano o hacerlo como un animal. Aun así, no existe ninguno tan degradante que no puedas infundirle alma, ninguno tan sombrío que no puedas avivarlo.
Compadece a los que te ofenden y te preguntan por qué haces tanto a cambio de tan poco.
Los que dan menos, reciben menos.
Nunca caigas en la tentación de disminuir tus esfuerzos, aunque estés trabajando para otro. Tu éxito no es menor si alguien te está pagando por trabajar para ti mismo. Haz siempre el máximo esfuerzo; lo que plantes ahora lo cosecharás más tarde.
Siéntete agradecido por las tareas y por lo que éstas te exigen. Si no fuera por tu trabajo, sin que importe cuán desagradable te parezca, no podrías comer tanto, ni disfrutar tanto, ni dormir tan profundo, ni estar tan sano, ni gozar de las sonrisas de gratitud de los que te aman por lo que eres, no por lo que haces. Og Mandino
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