Si la pareja no te importa no te implicas, si no te afecta de alguna manera no es una relación armónica y madura, que es el ideal al que todos aspiramos. Hay muchos tipos de codependencia, la más común es la de una pareja que unos de sus miembros sufre una enfermedad o una adicción (alcoholismo, ludopatía, drogas...), el otro dedica su vida a cuidarle y a ayudarle pero sin dejar que se cure completamente, ya que, lo que da sentido a su vida es sentirse útil y necesitado. Esto explica que hay personas que tienen un rasgo común en todas sus relaciones, siempre se enamoran de alcohólicos, personas sin trabajo que hay que mantener, personas que necesitan algún tipo de ayuda... Son personas que sienten la satisfacción y necesidad de resolver la vida a su pareja, esto les hace sentir bien e importantes. Hay otro tipo de personas egoístas y dominantes que no dejan crecer nada a su alrededor, "vampíricas", otras celosas que no toleran la presencia de nadie e incluso pueden infringir malos tratos físicos o psíquicos a su pareja. A veces hay una violencia llena de silencios y miedos.
Es un juego de poder, una lucha en que cada uno ejerce su forma de control del otro asumiendo papeles de víctima o de salvador. Los expertos coinciden en que quien esta inmerso en una relación de codependencia, nunca se da cuenta de ello por sí mismo, corresponde a un tercero desde fuera la responsabilidad de hacerlo evidente. Lógicamente, si la relación es gratificante para ambas partes, si no hay dolor, si se afronta lo cotidiano de un modo aceptable, no hay que hacer evidente los entresijos de porque funciona la relación, solo hay que intervenir cuando la relación hace daño a terceros, hijos, personas del entorno o uno de los miembros de la pareja.
La codependencia puede provocar también una serie de síntomas psicosomáticos inespecíficos, dolores de cabeza, desarreglos digestivos menstruales, insomnio o trastornos psicológicos o enfermedades como la depresión, la obesidad, la bulimia... Los primeros síntomas de alarma serían no estar a gusto, no sentirse feliz, no querer llegar a casa, no sentir deseo... Ante esto siempre cabe preguntarse a uno mismo que me pasa.
El miedo al compromiso El miedo a la intimidad, al compromiso, a la dependencia amorosa que hoy día se da con mucha frecuencia es también un tipo de relación dependiente. Hay muchas personas que cuando les surge el deseo, la atracción por alguien o se enamoran les aparece automáticamente el miedo a la dependencia, al compromiso. Suelen darse estas situaciones en personas con experiencias anteriores dolorosas y frustradas o en personas con padres separados.
Brenda Schaeffer asegura que la gran paradoja del amor dependiente es esta precisamente, desear imperiosamente amar y ser amado: "Miedo al rechazo, miedo al dolor, miedo de perder el control, miedo a la personalidad del otro y, muy especialmente, miedo a conseguir la felicidad". Quien teme a la intimidad y al compromiso inicia una relación que desea realmente pero que corta a medida que el deseo toma forma. Así va iniciando relaciones que nunca se consolidan y entra en un ciclo que se va repitiendo. Si no se sincera consigo mismo y no afronta cuales son sus verdaderas necesidades y se arriesga al compromiso, difícilmente encontrará lo que tanto desea y busca: ser feliz.
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