LLORANDO HACIA ADENTRO…
Ya estaba acostumbrada, o resignada, a ése orden lógico de vivir con la tranquila prolijidad de que las cosas estén en su lugar correspondiente.
Aprendí, como aprendieron todas a llorar, llorando apara adentro, así nadie corre el riesgo de que un rayo de sol toque la lágrima.
No es cómodo encontrar una lágrima debajo de la servilleta y tener que pensar en su motivo. eso arruinaría la ya difícil digestión de un hombre preocupado por su trabajo permanente.
Aprendí, como aprendieron todos, a no reírme sola mientras voy caminando por la calle.
Tiene que haber compañía para que la risa no aparezca una piedra lanzada al rostro de quien te ve reír.
No es cómodo para nadie encontrarse de pronto y sin aviso con una risa suelta.
Esa desafinada nota de cristal que corre el aire, hace que las cadenillas ajusten las gargantas, que los meletines pesen una tonelada, que las agujas de los relojes pinchen como espinas y que las plazas se vuelvan totalmente visibles.
¿ Acaso no pasastes nunca por delante de una plaza invisible ?
Cuántas veces el dolor, el apuro, la rutina, han hecho que cruzara por una plaza sin darme cuenta, sin sinquiera levantar la mirada para ver la copa de los árboles, sin oler la fragancia de tierra húmeda, a verde refrescado después de la lluvias............
En el estricto orden de las cosas, todo lo fui perdiendo, o casi todo.
Hasta las ganas de decir...................
envio Cecilia Dulce Amor