Cómplice del secreto, mi cama vacía, que sabe de aquel hombre que me enseñó a fingir; la cama solitaria de las sábanas frías repasa la cuantía del amor que no di. . Y testigo del odio que cobija la alcoba -ya que el tálamo inunda la estancia de rencor- el espejo de plata nos refleja las sombras -aunque yo ya no ame- en el acto de amor. . Y es la dicha del hombre que no ve en el espejo las mentiras que calla un corazón, o quizá que sus ojos ante el triste reflejo, . incrédulos del arte de mi sutil traición, se encierran en los párpados sumidos en el sueño del vaivén de mi cuerpo quebrado en la pasión.
JUAN ANTONIO
ANGUITA
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