Eres una gotera más en el cause de un bello río. Eres la ninfa que ha despertado después de un profundo beso. Ponle alas a tus rimas y un corazón a tus versos. Déjalos que vuelen en mi cielo, para algún día irnos a sentar en una estrella, para disfrutar un poco de las lágrimas de la vida.
Así es que la brisa tropical en un domingo vago sopla calmadamente; mañana secular, entre el ruido de las hojas, un campanario, y el pito de las lanchas en Puerto Real, que están por zarpar hacia Vieques y Culebra. Sobre una mar serena, bajo un sol espectacular. Y yo sentado detrás de estás cuatro paredes, voy haciendo una especie de hincapié. Como si fuese una convección, sí, una osmosis de una vida, entre dos hitos. Una de ellas quiere seguir durmiendo, para jamás despertar… Y el otro solo desea seguir corriendo y morir como el “Sab” de Gertrudis Gómez (Tula) de Avellaneda, desembocado sobre aquel viejo caballo. Tal vez sea por eso, que en mí haya muerto toda la sutileza de un poeta quien en vez de escribir poesía, va mascando sus versos. Pero hay veces que el sol sale para todos por igual y es en esos momentos inmunes, en que puedo dar un poquito de mí; sin restarle nada a mi lealtad, a lo que realmente siento por dentro. ¡Será por eso que mis piezas empiezan por un lado y terminan por otro! He aquí un hermoso ejemplo.
Del sudor del tiempo
Cierra tus ojos
para que puedas ver,
como se unen dos sombras
en espíritu y en cuerpo.
Ahora disfruta de ésta agua
para que vayas enfriando tus deseos.
Deja que roce tu enajenación,
así podrás sentir, al despertar tu pasión…
todo corre por tus venas
y pensamientos.
Únete al aroma
del eucalipto, fragancia
que traen los vientos alisios,
del sudor del tiempo.
Y la hoguera encenderemos
con un profundo beso
para provocar esos sentimientos,
hojas caídas de un otoño arremolinadas,
sin rumbo, horizonte, o destino.
Desnudémonos para vernos,
para sentir ese fuego;
acostados en la arena.
Juguemos con las cenizas
hasta incendiar la madera
entre tu cuerpo y el mío.
para que las estrellas
sean deponentes de éste bello afecto,
incubado en el ocaso
entre un verbo y un verso.
…Noria sin movimiento
seca como un desierto
así son las uvas secas…
Sin trillar, amor convertido en grano
tan frío, ¡oh témpano! A la deriva,
sin mar, sin viento.
Luis Valentín Calderón
Playa de Fajardo
Puerto Rico
11-13-11