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ELEGÍA DE NAVIDAD
Mis hijos, a coro,
–¡quién lo iba a creer!–
cantan villancicos
en correcto inglés.
Guitarras eléctricas
y musicasettes,
entre luces tibias,
mis hijos –¡qué bien!–
bailan locamente
un ritmo ye-yé.
Reconciliadora,
pasa mi mujer,
mientras va envolviendo
–de plata y papel–
castillos y grutas
de corcho, un rabel,
serrín de colores,
la orcita de miel
y mis figuritas
de barro de ayer.
¡Feliz Nochebuena!
Mis hijos –yes, yes–
con sus vasos nuevos
de whisky escocés,
chocaron mi vieja
copa de jerez.
Y mientras, vencido,
toso en humo Kent
y adornan mis hijos
su árbol de Noel,
yo miro mi sombra
contra la pared.
(Mi duende moreno
se queja en calé.)
(Mis ángeles músicos,
palmas y almirez.)
(Mis ojos que miran
no quisieran ver.)
(Mi sangre andaluza
se ha puesto de pie.)
(Mi recuerdo llora
su viejo belén.)
Antonio Murciano
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