Tú conoces, Señor,
mi corazón y sabes que todo cuanto me llegues a dar,
deseo emplearlo en provecho de mis amigos y por ellos consumirlo.
Yo mismo me gastaré de buena gana por ellos.
Que así sea, Señor mío, que así se haga.
Mis sentidos y mis palabras, mi descanso y mi trabajo,
mis actividades, mi muerte, mi vida, mi salud, mi enfermedad;
todo cuanto soy, mi vivir, sentir y pensar, t
odo lo gastaré por ellos, todo lo entregaré para ellos,
por quienes Tú mismo te entregaste...
Tú, Dios nuestro, misericordioso,
escucha mis ruegos en favor de aquellos por quienes el cargo
y el amor me obligan e inclinan a pedir.
A ello me alienta la consideración de tu benignidad.
Sabes, muy dulce Señor, cuánto les amo
y cómo mi corazón y mi afecto se ocupan de ellos.