Denominado así porque, cuando suele manifestarse ya suele estar propagado, y sus posibilidades curativas disminuyen de forma importante.
Algo similar sucede con el cáncer de páncreas. En ambos casos, su localización (zona posterior del abdomen), y el gran espacio con que cuentan, hace que deban crecer mucho para comenzar a dar síntomas.
¿Son frecuentes estos tumores?
Disponemos de datos de Gran Bretaña, donde se trata de un tumor más frecuente, incluso, que el de cuello de útero (más en boca de la gente, habida cuenta que disponemos de medidas preventivas encaminadas a evitar su aparición, o bien, a detectarlo de forma bastante precoz).
Se trata de un tumor que afectará a una de cada 50 mujeres en cualquier momento de su vida (como veremos después, prioritariamente en edades tardías). Esto implica unos 6500 casos en Gran Bretaña, de los que casi 4000 morirán precozmente por dicho motivo.
En España, la incidencia ajustada por cien mil habitantes es de 9'9 casos y ocupa el 5º lugar en el ránking de mortalidad por cáncer en mujeres.
¿Existe factores de riesgo?
- La herencia. Concretamente, la mutación de determinados genes en ciertas familias hace que, en ellas, sea más frecuente la aparición de este tipo de tumores. Hemos de sospecharla cuando, entre los miembros femeninos de una familia existan varios casos de este tipo de tumor.
- La edad. La incidencia aumenta con la edad, presentando un pico máximo a los 80 años. La mayoría de estos tumores aparecen en mujeres mayores de 50 años, tras su menopausia.
- No haber tenido embarazos (nuliparidad) o bien, haberlos tenido tardíamente. Esto, en la sociedad en que nos encontramos, puede tener repercusiones, en forma de aumento de casos de aquí a unos años, dado que las madres cada vez lo son a mayor edad.
- Fumar
- Haber estado con terapia hormonal sustitutiva más de 5 años. Con THS nos referimos a aquellos parches de hormonas que, afortunadamente cada vez menos, los ginecólogos pautan a mujeres con menopausia precoz.
- Haber utilizado de forma frecuente polvos de talco en la zona genital.
- Cualquier tratamiento que implique una estimulación ovárica. Por ejemplo, la fecundación in vitro.
- Alimentos contaminados por archilamidas: Frituras, bacon, patatas fritas…
- Síndromes genéticos como el Síndrome de Lynch.
¿Qué supervivencia tiene este tipo de tumores?
Varía mucho en función del estadío clínico. Es decir, de lo diseminada que se encuentre la enfermedad. En fases precoces, más del 90% de las mujeres sobreviven más allá de los 5 años.
[Relacionado: Cinco síntomas que las mujeres no deben ignorar]
Sin embargo, hasta dos tercios de los casos son diagnosticados en fases avanzadas; por lo que la supervivencia se ve altamente disminuida.
¿A qué síntomas deberíamos hacer caso?
Más que por determinados síntomas, deberíamos preocuparnos por la persistencia de los mismos. Hemos de pensar que, como veremos, son síntomas muy inespecíficos. Y, la verdad es que, cuando nos encontramos con ellos en la clínica, lo más probable no es que se trate de un cáncer de ovario. De ahí que la persistencia de los síntomas sea el signo más importante a seguir.
- Un dolor pélvico o abdominal que no mejora, pese a probar con diversos tratamientos.
- Un aumento del perímetro abdominal, y una hinchazón persistentes (varios meses, por ejemplo).
- La dificultad a la ingesta, o sentirse saciado precozmente, que tampoco mejora con los tratamientos habituales (una vez descartada la causa intestinal).
- Síntomas urinarios de tipo urgencia o aumento de la frecuencia a la hora de orinar. En muchas ocasiones acudiremos a nuestro médico. Éste sospechará un cuadro tumoral o de otra índole cuando la tira reactiva realizada para detectar la infección no dé resultado positivo.
- Cambios en el ritmo deposicional. Esto es, pasar de ir estreñido habitualmente a tener diarrea últimamente o al revés.
- La aparición de una fatiga importante, sin causa aparente. La pérdida de peso sin poder justificarla tampoco. Son síntomas típicos de cuadros tumorales.
Cuadros que nos pueden hacer equivocarnos
Fundamentalmente, los que originan molestias a nivel abdominal. Y entre ellos, las intolerancias alimentarias, o bien el denominado síndrome del colon irritable, pueden hacernos creer que está justificada la molestia. Ojo a la ausencia de mejoría de estos cuadros pese a tomar las medidas adecuadas.
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