El arma que te di El arma que te di pronto la usaste para herirme a traición y sangre fría. Hoy te reclamo el arma, otra vez mía, y el corazón en el que la clavaste.
Si en tu poder y fuerza confiaste, de ahora en adelante desconfía: era mi amor el que te permitía triunfar en la batalla en que triunfaste.
Aunque aún mane la sangre del costado donde melló su filo tu imprudencia, ya el tiempo terminó de tu reinado.
Hecho a los gestos de la violencia, con tu mala costumbre ten cuidado: tú solo no te hieras en mi ausencia.
Voy a hacerte feliz. Sufrirás tanto que le pondrás mi nombre a la tristeza. Mal contrastada, en tu balanza empieza la caricia a valer menos que el llanto.
Cuánto me vas a enriquecer y cuánto te vas a avergonzar de tu pobreza, cuando aprendas —a solas- qué belleza tiene la cara amarga del encanto.
Para ser tan feliz como yo he sido, besa la espina, tiembla ante la rosa, bendice con el labio malherido,
juégate entera contra cualquier cosa. Yo entero me jugué. Ya me he perdido. Mira si mi venganza es generosa.
ANTONIO GALA
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