Enséñame a comer en otras manos, a no escribir poemas con tu huella, a apagar toda luz que tú encendiste, a separar el ruido de tu nombre de las cosas soñadas, de las cosas queridas.
Haz un tiempo para hablarme del olvido, del dolor de la pérdida, de la música que no escuchamos, la flor sin aroma... y de cómo sería una madrugada sin tu piel.
Enséñame el camino desandado, el reloj que nunca se detuvo, las lágrimas que no entendiste, los días que se fueron, el significado de lo prohibido y el arte de escapar de tu sonrisa.
Créame, si existe, un paraíso que no choque con el tuyo, una vida cuya esencia no es tu vida, una intensidad sin tu mirada, otro sol, otra salida y otra boca. Aléjame de todos los rincones (porque todos me conducen a tu ausencia), de las palabras dormidas que nunca se dijeron, de las promesas que hicimos a escondidas.
Aléjame del mañana si no es contigo y del ayer porque un ayer me despreciaste, del ansias que reflejo en cada instante y del triste placer de compararte.