Falta el aire y sobran moscas, este domingo de Enero.
El sol fríe las chicharras… duerme un matungo azulejo…
Algunos pollos con árganas están de picos abiertos.
En los charquitos de sombra hay unas guachas bebiendo.
Por los caminos calientes pasa la siesta en su lerdo.
Ojos azules de cardos curiosean desde lejos y asoman por las goteras ojos azules de cielo…
Todo es dulce de tan pobre…! Frente al rancho del estanteo que anda con los cuatro codos deshilachados de tiempo, subasta un rematador las pilchas de un criollo viejo.
Hay muchos interesados son vecinos todos ellos, muchachos que hast’hace poco le llamaban: el agüelo.
Recostao en el palenque, los mira tristón el viejo: han ido a comprar barato cosas que no tienen precio… Y piensa con amargura: Ya no da criollos el tiempo…!
“¿Qué vale este par de espuelas?” Y las rodajas de fierro son como dos lagrimones que llorasen por su dueño.
Con ellos salió a ganar, hace ya muchos inviernos, la novia en un bagual blanco; la vida en un bagual negro.
Los mozos suben la oferta: __ “Doy diez, quince, veinte pesos!” Disputan como caranchos el corazón del agüelo. Al escucharle se pone rojo de vergüenza el ceibo.
“Son suyas las nazarenas” dice a uno el martillero. Le han vencido las lloronas hoy, por desgracia! Hoy, tan luego que en el palenque, la vida ató su bagual más negro… y piensa con amargura: Ya no da criollos el tiempo…!
Sacan a la venta un poncho, donde garúan los flecos para mojarle los ojos al que se lo lleve puesto. Tiene la boca surcida Y lo gastó tanto el viento, que al trasluz del calamaco se ve la historia del dueño…
Guampas, chuzas y facones lo cribaron de agujeros… pero su filosofía siempre le puso remiendos: de día con un celeste; de noche con un lucero. __ Yo pago por esa pilcha toda la plata que tengo! __ Subo una onza la oferta! __ Si no hay quién de más, lo quemo!
Entonces cai el martillo en lo duro de silencio… Un joven se lleva el poncho. Y allí acerca el gaucho viejo está temblando de frío en una tarde de Enero, y piensa con amargura: ya no da criollos el tiempo…!
Así pierde en la bajada lo que ganó de repecho: una a una las ovejas; pilcha por pilcha, el apero…
Quisiera salvar del lote su mancarrón azulejo, pa que lo agarre la noche en un caballo estrellero. No tiene más que uno. Y ese se lo quema el martilero!
Allí termina el remate. Cobró su cuenta el pulpero. Aura sí: al verlo de a pie tan amargo, tan deshecho, todos los rumbos arrollan los lazos de los senderos y son cuatro pialadores que están esperando al viejo: en cuanto quiera salir, lo van a dar contra el suelo!
Entonces, aquellos mozos, se acercan a defenderlo y el más ladino le dice entre temblón y risueño: __ Todos compramos sus pilchas pa’ salvárselas agüelo. Aquí tiene sus espuelas… Aquí tiene su azulejo… Uno le trai en los brazos igual que un niño, el apero y otro le entibia las manos con aquél poncho de flecos… porque sigue dando criollos muy lindos criollos, el tiempo!