Te esperé con la sangre detenida sobre el silencio en ascuas de tu ausencia. Te esperé soportando la existencia como un lebrel al pie de tu partida.
Te esperé casi al borde de la herida y a dos pasos no más de la demencia. Te esperé en la angustiosa transparencia de aquella noche en el reloj vencida.
Pero qué inútil la mortal espera: Sin pensarlo cité la primavera cuando el invierno helaba mis rosales.
Y hoy que casi olvidaba tu presencia, me estoy enamorando de tu ausencia a través de mis propios madrigales.
Fatiga
Ya no te quiero tanto. Poco a poco mataste la ansiedad de tu cariño, y el alma atormentada de aquel loco vuelve otra vez a ser alma de niño.
Presiento el reventar de otra quimera, describe un semicírculo el poniente, y la esperanza de otra primavera promete al corazón otra simiente.
Enflora la ilusión, el alma espiga. Agonizan la angustia y la fatiga. En las pupilas se detiene el llanto,
y una voz interior me va diciendo, que aunque sigo tu imagen bendiciendo, estoy dejando de quererte tanto.
La mujer imposible
Bella como la noche y como ella insegura la mujer imposible llegó a mi corazón. Tenía en la mirada un poco de amargura y tal vez un poquito de menos ilusión.
No dije una palabra. Respeté la ternura que sellaba sus labios a toda confesión. Una anillo de llanto suplía en su cintura la vanidad coqueta del fino cinturón.
Su voz era la misma. Un poco más callada como si presintiera que estaba la alborada reuniendo silencios para poder nacer.
No adelanté un reproche. No quise interrogarla y comprendí que el llanto que estaba por llamarla jamás a mi cariño la dejaría volver.
Maternidad
Un arrullo de sangre por las venas. Un cansancio de luz en las pupilas, un escozor de ala en las axilas y en la carne un preludio de azucenas.
Un lento madurar de horas y penas, sordo río de noches intranquilas, y en el simple silencio en que te exilias, buscar los senos y encontrar colmenas.
Sentir más cerca la razón del nido. Pulsar toda la espera en un latido, analizar la curva en las corolas,
y escuchar que tu angustia se convierte en un llanto que triunfa de la muerte sobre un encendimiento de amapolas