CAMINO A LA FELICIDAD
El camino a la felicidad es tan fácil de encontrarlo porque es en línea recta, más en su trayecto nos encontramos con falsedades, vicios, injusticias, pobreza, prepotencia, desigualdad y muchas cosas más.
Pero todo tiene un sentido, porque conforme avanzamos se van librando obstáculos, y a cada paso, más clara se ira haciendo la luz que te guiará a su origen.
Cuando hayas vencido todas las adversidades antes mencionadas, lo mejor es que cada una de ellas trae consigo la forma de brincarlas sin detenerte en alguna de ellas.
Falsedad: sólo con la verdad absoluta será vencida, viviendo en un mundo real creyendo sólo cuando estés convencido de los actos a los que te enfrentas entendiendo que no hay lugar para la suposición.
Vicios: dime con quién andas y te diré quién eres, así lo dice un viejo refrán.
Y es porque todos los que conviven con alcohólicos, aunque lo nieguen y digan que son fuertes tarde o temprano terminan siéndolo también, y lo mismo sucede con los drogadictos, criminales, fanáticos etc.
Con esto debemos de entender que vicio es cuando existe abuso físico o mental que perjudique a uno mismo o a terceras personas, por lo mismo debemos de estar conscientes de la compañía que pretendemos.
Injusticias: sólo da a tu prójimo lo que tú quisieras recibir.
Cuando debas de tomar una decisión procura pensar antes,
y de ser necesario imagina lo que puede llegar a suceder.
Haz las cosas bien, con conciencia y jamás dudes de tu integridad.
Pobreza: debemos de procurar la capacitación de todo individuo y aprender a valorar el esfuerzo y empeño, ya que sólo siendo profesionales podremos aspirar al mejoramiento diario en todo lo que realicemos, y por consecuencia, el progreso y un mejor futuro será el resultado.
Prepotencia: es el mismo hombre quien debe aumentar su autoestima, al entender que si se humilla o agacha la cabeza ante alguien de mayor rango o posición social, sólo está generando para él mismo barreras que serán muy difíciles de borrar en el futuro.
Desigualdad: para evitarla es necesario que comprendamos que no existe.
Nadie es más que nadie;
todos en este mundo nacemos de la misma forma,
por eso debemos de valorarnos y darnos todas las oportunidades necesarias para que aprendamos tanto de los triunfadores, como de los que cedieron en el camino.
Y ahora son unos derrotados.
Hay que aprender de sus intentos de lograr una mejor posición y tomar sólo lo mejor de cada uno de ellos.
Cuando tengamos un buen equilibrio y hallamos rebasado estos obstáculos podremos decir con orgullo:
¡Ya estoy en el verdadero camino a la felicidad!
Gilberto Hernández Almazán