Nadie camina por la vida,
sin haber pisado en falso muchas veces.
Nadie llega a la otra orilla,
sin haber ido haciendo puentes para pasar.
Nadie deja el alma lustrosa,
sin el pulimento diario de la vida.
Nadie puede juzgar,
sin conocer primero su propia debilidad.
Nadie consigue su ideal,
sin haber pensado muchas veces
que perseguía un imposible.
Nadie deja de llegar,
cuando se tiene la certeza de un don,
el crecimiento de su voluntad,
la abundancia de la vida,
el poder para realizarse
y el impulso de si mismo.