El
umbral
Mírala aquí delante. Es la playa donde empieza el
extraño mar de la realidad. Toma su mano breve y déjate llevar sin
preguntar. Esta mirada clara ya la habías soñado; este cabello rubio
tiene la luz de tu ilusión más niña, y, sin embargo, nada se parece. No te
sirve, ahora tienes que comenzar por la primera letra. Anda, llama a tus
sueños, amánsalos, resígnalos a fermentar ya hacerse de verdad. Y tú,
sal de tu miedo antiguo, corazón, pasa el umbral sin agacharte, ten valor
para la dicha, acepta la hermosura; ya eres hombre. Échate a las
espaldas tu cariño empeñado en ser amor, tu ceguedad, tu mundo; toca a
Dios en su peso, única voz que de El podrás sentir. Anda, obedece y
calla, porque para eso fuiste siempre niño bueno y sumiso; haciendo la
costumbre y el símbolo de esta nueva obediencia más profunda. Sí, ahora
eres digno de la vida. Hasta ella te ha elevado tu soñar doloroso de
adolescencia, como una oración que pide lo que ignora. Y no por
prepararte -ya ves todo qué extraño, qué distinto-, sino por esa gota de
nobleza en los ojos con que vas a aprender la realidad. JOSÉ MARÍA
VALVERDE
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