YO NO LE TEMO A LA MUERTE
Con ella nacemos, / con ella vivimos,
y ella es la que marca / el fin del camino.
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Yo no le temo a la muerte
si llega dócil y suave
y me duerme dulcemente,
por eso dejo a las tardes
que se marchiten alegres.
Yo siento mucha tristeza
y hasta el alma se me muere,
tener que dejar la vida,
con el sol o con la nieve,
dejando el amanecer
y no ver cuando atardece,
ni ver la luna tirando
sus rayos por los vergeles.
Nunca es grato su ultimátum
ni a su aviso someterse,
pero al final llegará
y cuando menos lo espere.
¡Que llegue y de mí disponga
y sin dolores me lleve!
Cuando más tranquilo esté,
cuando en ella menos piense,
tal vez cortando unas flores
entre espinas se presente.
Qué galardón tan hermoso
si son los finales breves,
por no ver las caras tristes
ni la angustia de mi gente.
Si ya para nada valgo
y antes que a la tierra caiga,
que aprovechen mis tendones
para cuerdas de guitarra
y que se pulse en la noche
hasta que despierte el alba.
Y si me innovo en un árbol
que sea de palo santo,
que es madera de guitarra
de artistas glorificados.
¡Que retiñan sus gemidos,
con sus acordes gitanos!
¡Que suene y viva la copla
y que se siga cantando!
Y si despierta la muerte,
a mí que no me levante,
que yo vivo más contento
sirviendo de toque al cante.
¡Apacible espero el fin
y dulces paso las tardes!
.oOo.
-Manuel Cornejo González-