Los reflejos matizados de gris que adornan los contornos de tu rostro, no son sino el reflejo de años sabios en que Dios, en su infinita bondad, ha permitido a tus poros respirar. No hay que añorar aquellas curvas de la vida que alguna vez no pudimos tomar, sino admirar aquellas piedras que salvamos, en nuestro finito caminar. El bajear sobre el frío espejo lo empaña, pero no lo daña, mas opaca su reflejo. Por tal, al mirar, no me entristecen los caminos no andados; mejor sonrío ante los breves trechos saturados de mis pasos, a veces en una ida, y a veces en regreso. Como el cielo que se enturbia con opacadas nubes, que nada quitan a su magnificencia, ni a su grandeza, ni a sus luceros, que sólo están escondidos, y que alguna vez resplandecerán sus brillos; y habrá metamorfosis de oscuridad a luz, como sucede ante nuestros ojos... ¡cada mañana! Y en el lavatorio anacarado, y ya frente al espejo, mirarás tu experiencia por estar vivo, mas no por estar viejo.