Como el agricultor que trabaja la tierra, que la siembra y la sostiene hasta que da frutos, así mismo tú eres el agricultor de tu propia existencia, se parte del oficio elevado de tomar aquello que parece imposible y entonces vuelve a sembrar las semillas (pensamientos, palabras, sentimientos, acciones) y aliméntalas con paciencia, con alegría, con buena voluntad, mas no esperes que los frutos surjan inmediatamente, pero mantente firme en la idea que sí saldrán.