POEMA DEL DOLOR (4° FRAGMENTO)
….El dolor hace grandes a los hombres…El dolor, es el alma de la vida.
Os voy a bosquejar una gran serie de acuarelas dolientes y tristísimas.
Al pasar por el mundo he recogido todas las amarguras infinitas;
he pensado en las penas que se ocultan y he meditado en las tristezas íntimas,
Siempre he buscado la congoja ajena, para luego hermanarla con la mía…
Ved allí a una mujer: está llorando sobre el lecho de muerte reclinada,
no se quiere morir tiene dos hijas, y le da mucho miedo abandonarlas;
en la febril cabeza de la enferma, las sombras del futuro se agigantan:
¿Qué va a ser de sus hijas si se muere? ¿Por qué Dios la existencia le arrebata?
Se revela al morir, lucha y relucha, escondiendo los ojos en la almohada...
interroga al silencio, y el silencio hecho dolor ante sus ojos pasa…
De pronto se incorpora, en torno suyo hace girar incierta la mirada…
ve a sus hijas que lloran…las bendice, les da el último adiós y las abraza…
Tres bocas de mujer que se entrelazan…
un amor que se rompe a la gran cita que se dan antes de partir las almas.
Después…silencio! Sobre aquella muerta sollozan sin cesar dos niñas blancas!.
El dolor de la madre que se muere y el dolor de las huérfanas se iguala;
el dolor le abrió el cielo a aquella muerta, y a sus hijas tal vez, el cielo aguarda.
Ahora, entrad: al fondo de la alcoba hay una cuna encortinada,
un gallardo mancebo casi loco, recorre en un temblor toda la estancia;
postrada ante un retrato de la Virgen, con la rubia cabellera desgreñada,
una mujer de veinte primaveras, musita a media voz una plegaria.
Entre la cuna un niño primoroso, fruto de aquel hogar en alborada,
se agita consumido por la fiebre, alzando al cielo sus manecitas blancas;
su cabecita rubia y sudorosa, se destaca en el blanco de las sábanas,
como una rosa de oro entre la albura de la nieve, del polvo aprisionada.
El pobre padre en su dolor grita blasfemias, la joven madre se destroza el alma;
el niño se sonríe, más, hay en su risa gotas aperladas…
Fue que su madre lo besó en los labios, pero al besarlo derramó dos lágrimas…
la fiebre quema al niño y él, se bebe esas dos gotas de amargura blancas
¡Ay! Ignora que en ellas se ha bebido, el amor de una madre destrozada.
La ciencia del galeno ha sido inútil; la muerte avanza…el niño palidece;
la pobre madre cae desplomada, el padre tambalea, el niño expira
y ante la Virgen parpadea la lámpara. Es un beso de amor desvanecido,
la primera alegría de dos almas unidas ante Dios eternamente, ha querido el dolor desbaratarlas.
El padre se resigna y besa humilde, la mano del dolor que lo maltrata;
la madre ofrece a Dios toda su angustia, y se siente mejor;
casi aliviada.
CONTINUARA...