El padre se resigna y besa humilde, la mano del dolor que lo maltrata;
la madre ofrece a Dios toda su angustia, y se siente mejor;
casi aliviada.
...Venid conmigo,
os presento ahora un nuevo cuadro;
una escena rara:
Ved esa joven pálida y llorosa, y a la sombra de un tilo recostada.
¿Conocéis el dolor que la atormenta?¿Sabéis, qué pena muerde sus entrañas?
Esa pobre mujer fue prometida de un apuesto dosel a quien amaba,
pero el dolor martirizó su dicha: la desvaneció y quiso marchitar sus esperanzas…
No hace mucho que en la guerra, el fiel amante, rindió su vida por salvar su patria…
Miró sus ilusiones esfumarse, al soplo del dolor la enamorada.
Juró fidelidad al novio muerto, y ya la veis, sublimemente pálida;
es una efigie del dolor, transformándose en estatua.
El dolor la hace más interesante y le da cierta encantación romántica;
Meditad en lo grande de su pena y me diréis, si os ocasiona lástima;
pero es más bella así, es más hermosa; prueba que es superior a su desgracia.
El dolor acrisola su hermosura y afina más, el temple de su alma.
Ved ahora, en el ángulo sombrío de una modesta y silenciosa sala..
.y sobre un lecho muy blanco está muriendo un pobre anciano ya sin esperanzas,
sus hijos lloran, sus nietos juegan, porque no saben que el abuelo ya se acaba,
el pobre viejo quiere despedirse, mas la familia sin cesar lo llora;
siente el dolor de haber vivido mucho y quiere que termine su jornada…
Ochenta primaveras lo saludan convertidas en nieve ante sus canas.
Ve la necesidad de su partida, pero hay algo invisible que lo ataja…
empuña el Crucifijo sollozando, entre sus manos trémulas y heladas,
y bendice a sus hijos; árbol viejo que quisiera morirse con sus ramas…
Todos lloran en torno de aquel lecho; el corazón del viejo, ya no clama…
veréis, por los helados párpados, congelada, rodar la última lágrima.
No es un viejo ya el que se muere, es un mancebo, que rebosa salud y venturanza:
sus padres, sus amigos, sus hermanos todos lo reclaman;
éste siente un dolor imponderable, que le destroza con violencia el alma;
el dolor de morirse antes de tiempo, querido de su madre y de su amada;
en las primaveras grandes de la vida…elegido futuro de la fama…
¡Morirse sin querer! tal vez la historia, una página de oro le depara.
Cuando todos, su primer triunfo sin cesar reclaman…y sin embargo,
su dolor le muestra, que Dios lo quiere; se resigna y calla.
Las notas de mi lira son tan tristes, que parecen más bien amargas quejas;
ya mucho tiempo que no vibran de mi laúd las cuerdas.
Ya no tienen el timbre que tenían…están muy empolvadas y no suenan…
Por eso, al entonar un nuevo canto, me da mucho temblor…me da vergüenza…
Pongo toda la esencia de mi alma, sobre la lira pero no me suena;
tan triste, tan enferma y tan sombría…siempre vive tan triste y tan enferma Pobrecita…
está tan vieja...que imposible! Pobrecita; imposible si está vieja!
No me llaméis poeta, os lo suplico. Llamadme iluso, soñador,
que apenas eso merece el que fabrica estrofas:
sin música, sin arte, sin belleza!...Solo he puesto, señores, os lo juro, el corazón entero en mi poema…
Toda la esencia de mi pobre vida y el calor que circula en mis arterias;
la poca luz que alumbra mi cerebro y el alma misma de mi alma enferma.
Llamadme soñador, llamadme iluso, de ningún modo, me llaméis poeta.
Mañana cuando asome en el Oriente, su pupila de llamas el dios Helios,
ya me habréis olvidado, así os lo pido, y eso no más, en mi favor espero…
Necesito perdón, quiero el olvido y quedará mi gusto satisfecho.
El perdón y el olvido, serán siempre, de estas pobres estrofas, el gran premio.
Ya que vosotros sois tan generosos, no volváis a acordaros de mis versos…
Si, son mis hijos y los quiero tanto! Pero a pesar de todo, son tan feos.
Todo padre pretende que a sus hijos, se les perdonen todos sus defectos;
sed pues, tan bondadosos con los míos, que jamás lleguen hasta mí gimiendo
y tengan qué decirme…:”Si no fuiste capaz de hacernos como todos bellos,
entonces di, ¿Por qué nos arrojaste así, tan enconosos y tan feos?”
Espero pues, vivir en vuestro olvido…Vosotros, viviréis en mi recuerdo.
He Concluido
Roberto Muñoz Londoño.