Las uvas del tiempo
Y ahora, madre,
que tan solo tengo las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo la uva de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue
dulzura las uvas de la ausencia.
Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí?
¿qué fuerza pudo más que tu amor,
que me llevaba a la dulce
anonimia de tu puerta?
¡Oh, miserable vara que nos mides!
el Renombre, la Gloria...
¡pobre cosa pequeña!
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
¡cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella!
Y ésta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas
en busca de un camino
¿dónde hallaré camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre,
la vereda que corta por los campos frutales,
pintada de hojas secas,
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico,
muchachas de la aldea hombres que dicen
—Buenos días, niño—
y el queso que me guardas siempre para merienda?
...Esa es la gloria, madre, para un hombre
que se llamó Fray Luis y era poeta.
¡Oh, mi casa sin críticos,
mi casa donde puede mi poesía
andar como una Reina!
¿qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuelas?
tú eres mi madre,
que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti, yo soy grande,
cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas...
Y mientras exprimimos
en las uvas del Tiempo
toda una vida absurda,
la promesa de vernos otra vez
se va alargando el momento
de irnos está cerca y no pensamos
que se pierde todo!
por eso en esta noche,
mientras pasa la fiesta
y en la última uva libo
la última gota del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía,
madre, retazos de carbón en la cabeza
y ojos tan bellos que por mí
regaron su clara pleamar
en tus ojeras y manos pulcras
y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva,
que eres hermosa,
madre todavía y yo estoy loco
por estar de vuelta porque tú eres
la gloria de mis años
¡y no quiero volver cuando estés vieja!...
Uvas del tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca
¡cómo me pierdo madre en los caminos,
hacia la devoción de tu vereda!
Y en esta algarabía de la ciudad borracha
donde va mi emoción sin compañera
mientras los hombres comen las uvas
de los meses yo me acojo al recuerdo
como un niño a una puerta
mi labio está bebiendo de tu seno
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la noche vieja.
ANDRES ELOY BLANCO
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