En el libro de los Salmos están registradas algunas de las oraciones del rey David. Allí leemos cómo alababa al Señor, cómo le confesaba su pecado y cómo clamaba por sus problemas. También le pedía a Dios que oyera sus oraciones, y que no se estuviera callado (Sal 28.1).
Todos queremos orar bien como David. Para hacerlo, debemos evitar ciertos obstáculos, tales como:
• Una fe vacilante. Las dudas en cuanto a nuestra dependencia de Dios o su carácter reducen nuestra confianza en Él. Por tanto, no debemos dejar que los sentimientos dicten lo que creemos.
• Una motivación equivocada (Stg 4.3). Las peticiones motivadas por deseos egoístas no reciben una respuesta positiva. Dios quiere que oremos pidiendo que se haga su voluntad, no la nuestra.
• Conflictos en las relaciones. Estar resentidos con los demás afectará la comunicación con el Padre celestial.
• La falta de generosidad (Pr 21.13). A Dios le desagrada que no nos preocupen las necesidades de las personas, o que demos de mala gana a la iglesia. Él nos oye pidiendo bendiciones, pero nos ve desobedeciéndolo (1 Ti 6.17-19).
• La indiferencia (Pr 28.9). La apatía hacia las Escrituras es otro obstáculo. Dios nos ha dado la Biblia para que podamos conocerle y servirle sin reservas. Dejar de leer y aplicar su Palabra continuamente reducirá nuestra capacidad de tener una vida piadosa.
Desarrollar una vida de oración vigorosa exige esfuerzo y dedicación. Si sus oraciones no han sido respondidas, piense en cuáles de los problemas mencionados, si los hay, necesitan ser subsanados.
Después de esto, comience haciendo suyas las oraciones que lee en Salmos o en otras partes de la Palabra de Dios.
Dr. Charles F. Stanley
5
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
Las pruebas de la fe dan por fruto la paciencia (es decir, la capacidad para resistir), que es la marca distintiva del verdadero creyente. Sólo bajo la presión de las pruebas puede el creyente comprobar la verdadera profundidad de su fe en Dios. El corazón firme no vacilará, sino se gozará en el conocimiento de la bondad de Dios.