El Antiguo Testamento presenta a la idolatría como un problema serio, pero ¿quién piensa en esto en nuestro moderno y civilizado mundo?
La adoración de ídolos parece arcaica, pero la verdad es que todos nosotros tendremos que luchar con este problema espiritual.
En los días del rey Acab, Israel era atraído en dos direcciones. Antes habían servido al Señor, pero Acab acababa de instituir el culto a Baal. Cuando Elías retó al pueblo a decidirse a quién servir, no supieron qué decir.
Es posible que usted esté pensando: “Esto no se aplica a mi vida”, pero los ídolos vienen en muchas formas diferentes. Cuando damos prioridad a cualquier cosa aparte del Señor, eso se convierte en nuestro dios.
¿Hay algo en su vida que tenga más valor que el Señor? Él nos da relaciones, bienes y buenos trabajos, pero siempre tenemos la tentación de apreciar más los regalos que al Dador.
Una medida precisa de las prioridades que tenemos, es el uso de nuestro tiempo. ¿Reserva usted una parte de cada día para Dios, o a cada minuto es consumido por las demandas de la vida? ¿De qué o de quién depende usted?
El Señor nos da las fuerzas y la provisión diaria, pero muchas veces elegimos confiar en nosotros mismos, en otros, o incluso en el dinero. La tendencia a angustiarnos o a controlar, es una señal de confianza en uno mismo, en vez de dependencia de Dios.
Un servicio de doble ánimo no servirá de nada (Mt 6.24). Debemos tomar una decisión y respaldarla con nuestras acciones. Si en verdad creemos que el Dios de la Biblia es el único Dios verdadero, debemos darle a Él toda nuestra vida, seguirle fielmente y servirle con todos nuestros dones y capacidades.
Dr. Charles F. Stanley