En el lenguaje cristiano esperanza tiene el sentido de certidumbre.
Solo la esperanza cristiana es segura, porque se apoya en las promesas de Dios y se relaciona
con un porvenir conocido.
Al contrario de los espejismos del corazón humano y de los hermosos ensueños que
cada uno hace para el futuro,
la la esperanza cristiana satisface al que la posee; por fin tiene una meta, una razón de vivir:
es la persona de Jesús.
Todas las bendiciones divinas manan de Él. Entre otras:
- la vida eterna que se obtiene por medio de la fe en Cristo, muerto en la cruz
para reconciliarnos con Dios (Tito 1:2);
- su próxima venida para arrebatar a su iglesia, compuesta por todos los que le han aceptado
como su Salvador personal (Filipenses 3:20);
- su gloria a la cual asociará a todos los suyos (Romanos 5:2).
Mientras tanto Jesús es la fuerza del creyente para enfrentar las pruebas de la vida
y no entristecerse como los que no tienen esperanza
(1 Tesalonicenses 4:13).
De modo que Pablo concluye esta sección con una bendición llena de gracia,
orando que el Dios que da buena esperanza
por medio de la gracia llenará a los santos de todo gozo y paz al creer en Él.
Y es cierto que aquellos que abundan
en la esperanza por el poder del Espíritu Santo no tienen tiempo para pelearse
por cuestiones no esenciales.