Enseñaran las palabras
de Dios a sus hijos
Deuteronomio
4:5-10
Mirad, yo os he
enseñado estatutos y decretos, como Jehová
mi Dios me mandó, para
que hagáis así en medio de la tierra en la
cual entráis para
tomar posesión de ella.
Guardadlos, pues, y
ponedlos por obra; porque esta es vuestra
sabiduría y vuestra
inteligencia ante los ojos de los pueblos,
los cuales oirán todos
estos estatutos, y dirán:
Ciertamente pueblo
sabio y entendido, nación grande es esta.
Porque ¿qué nación
grande hay que tenga dioses tan
cercanos a ellos como
lo está Jehová nuestro Dios en
todo cuanto le pedimos?
Y ¿qué nación grande hay
que tenga estatutos y
juicios justos como es toda esta
ley que yo pongo hoy
delante de vosotros?
Por tanto, guárdate,
y guarda tu alma con diligencia, para que
no te olvides de las
cosas que tus ojos han visto,
ni se aparten de tu
corazón todos los días de tu vida;
antes bien, las
enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus
hijos.
El día que estuviste
delante de Jehová tu Dios en Horeb,
cuando Jehová me dijo:
Reúneme el pueblo,
para que yo les haga
oír mis palabras,
las cuales aprenderán,
para temerme todos
los días que
vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus
hijos
Un día, cuando mi esposa
estaba cuidando a nuestra nieta, compartió con ella
un viejo y muy conocido amigo.
Con Eliana en sus brazos,
Sue cogió un libro muy
desgastado, el cual le habíamos leído a nuestra
hija cuando ella era una
niñita.
Se llama The Bible in Pictures
for Little Eyes
(La Biblia en cuadros para los
ojos de los pequeñitos),
un ingrediente básico en
nuestros esfuerzos por compartir la verdad de Dios
con nuestros
hijos.
Así que ahora es el
turno de Eliana de comenzar a aprender acerca de la creación de Dios,
Su bondad, Su plan y Su
salvación. Es el momento para contarle lo que hemos visto
y experimentado en
nuestro caminar de fe. Tal y como lo dice Deuteronomio 4:9,
«enseñarás [los
estatutos de Dios] a tus hijos, y a los hijos de tus
hijos».
En los días de
Deuteronomio, el pueblo recibía un regalo de Dios,
«los estatutos y
decretos»
que les permitían vivir
apropiadamente en la tierra de la promesa de Dios.
Junto con esas leyes
venía una exhortación para que el pueblo compartiera
con sus descendientes
las lecciones que Dios les había enseñado en el camino.
Se les decía «no te
olvides de las cosas que tus ojos han visto» (v. 9) y
que enseñaran las
palabras de Dios a sus hijos y nietos.
Nosotros tenemos un
legado similar que debemos transmitir a la próxima
generación.
Como seguidores de
Cristo, tomamos este mandato como una de nuestras
mayores
responsabilidades.
-JDB
Si los hijos han de encontrar
su camino hacia Dios, es nuestro deber señalárselo.
Nuestro Pan
Diario
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