Por la mañana, antes de que se hiciera de día, Jesús fue a orar al desierto. Aunque era el Hijo de Dios, estaba en la tierra como hombre, y sentía dolor, hambre, gozo, sufrimiento y necesitaba pedir la ayuda de Dios como lo necesitamos todos nosotros. Por eso esa mañana fue al desierto a orar, y después viajó por toda Galilea, llevando las Buenas Nuevas de Salvación a todas las ciudades que Él visitaba.
En una de esas ciudades, un hombre, que estaba leproso, se acercó a Jesús y de rodillas le dijo: "Señor, si quieres puedes sanarme". Jesús tuvo compasión de él, extendió su mano y lo tocó. "Quiero", le dijo Jesús, "Sé sanado".
¡La lepra le dejó de inmediato y el hombre se puso bien, estaba sano! Jesús le dijo que no le contara a nadie quién lo había sanado; pero que fuera al templo, y ofreciera un sacrificio, como lo había mandado Moisés a los que eran curados de la lepra. Pero tan pronto como Jesús se marchó, el hombre le dijo a todos que Jesús había hecho un milagro en su vida. Historias de la Biblia
Karmen
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